HOY LES COMPARTO UN CUENTO QUE FORMA PARTE DE MI LIBRO ” VIDAS AJENAS “.
Una corta visita
La tarde era fresca a pesar del verano y de la sequía. Bajaron del bus, caminaron con prisa hasta un portón de hierro y se detuvieron frente al letrero.
—Mira qué sorpresa, viejo. Mira nomás quien está aquí conmigo. Tu nieta. Elvirita – dijo abrazando a la otra por la cintura.
— ¡Hola, abuelo! ¿Qué hay?
La más joven sonrió. La boca abierta mostrando todos los dientes y los ojos brillando de alegría. La misma sonrisa con la que desde niña saludaba al abuelo.
—Pasteles de guayaba – la anciana levantó una bolsa de papel, extrajo un pastelito y le dio un mordisco –. No, no son para ti. Te hacen mal y ya nos has dado bastantes sustos.
—Déjalo, abuela. No lo molestes que está tranquilo.
Una abeja pasó zumbando atraída por el dulce. Elvira la espantó con la mano, se descalzó, se sentó en el césped y prendió un cigarrillo.
—Abuelo, me voy a vivir con Carlos. Rentamos una casita en El Dorado. Deja que la veas, te va a encantar.
—Niña, que no le cuentes eso. Tu abuelo es chapado a la antigua y si no hay altar…En nuestra época eso de irse a vivir juntos no existía. ¡Qué va! Primero había que pedir la mano ¿Te acuerdas viejo cuando te presentaste en casa con un ramo de …
—Ssh… – la joven colocó el dedo índice sobre sus labios – No me dejas escucharlo.
La anciana molesta se alejó y desapareció detrás de un muro de ladrillos. Regresó unos minutos después con una botella de agua.
—Dice que Carlos es un buen hombre, que voy a ser feliz con él –dio la última pitada al cigarrillo y lo aplastó contra el suelo.
—Bebe un poco de agua, que hace calor aquí –la anciana extendió la botella plástica –.La falta que hace un buen aguacero.
Elvira se puso de pie y miró alrededor.
—Abuelo, ¿y esas flores azules? – dijo señalando el piso a un costado y guiñando un ojo – ¿Otra vez Doña Berta al pasar te anda tirando flores? ¡Vaya admiradora que tienes!
—Seguramente es ella. Pero tu abuelo no le hace caso. ¿Verdad, viejo, que tú solo tienes ojos para mí?
La joven rio divertida mientras se ponía los zapatos. La anciana se quedó un rato en silencio antes de volver a hablar.
—Aunque… – hizo una pausa – bastante descarado eres. De joven corrías detrás de cualquier cosa que tenga…. – se tocó los pechos con ambas manos. – . A tu edad y así como estás, te debería dar vergüenza.
— ¡Ya, abuela, no lo atormentes! Déjalo en paz.
—Tú como siempre defendiéndolo. Eres igual a tu madre. Oye ¿a qué hora teníamos la cita en el salón?
—A las 6 y media – Elvira miró el reloj de su muñeca y guardó el paquete de cigarrillos en el bolso -. Tenemos que apurarnos.
—Viejo, pórtate bien, que regreso pronto – la anciana con cariño tiró un beso al aire.
Tomadas del brazo caminaron de prisa por el largo sendero, doblaron a la izquierda, le dieron la vuelta al edificio y atravesaron el jardín en dirección a la salida. El anciano sentado en el banco de piedra seguía leyendo el periódico y, el otro a su lado, volvió a saludarlas. Una bandada de palomas pasó volando sobre sus cabezas y se posó en el campanario de la capilla. Atrás, la luz naranja del atardecer de verano bañaba por completo el cementerio.
Vidas ajenas ( Editorial UTP, 2017 ) . Obra ganadora del Premio Diplomado en Creación Literaria 2016. Las vidas ajenas son las vidas de los otros. Las que no nos pertenecen. Las